A veces, para entender lo que nos está pasando, necesitamos poner la cuestión en un lenguaje que entendamos. "Desbordamiento" es una de esas palabras que me gusta usar para que mis pacientes o la gente que me escucha pueda entender qué les está pasando. El mensaje es directo: si estás desbordado, ya estás estresado.
Muchos no le llamarían, de hecho, "estrés" a su vivencia en este momento, por mal que se encuentren (al fin y al cabo, el estrés es "ese gran desconocido" del que todos hablan pero que casi nadie sabe muy bien qué es). Sin embargo, si preguntáramos a cien personas, cuántas de ellas se sienten desbordadas en este instante, la gran mayoría expresarían que así se sienten, o que han tenido esa vivencia en algunos momentos de la crisis. Todas están ya estresadas, pero no lo saben.
Buena parte de ellas no le hubieran llamado estrés a lo que sentían, curiosamente. Por tanto, buena parte de la población no detecta que tiene estrés porque no sabe lo que es. De ahí, la importancia de las palabras, casi "mágicas" para desatascar algunas situaciones emocionales que vivimos y en las que necesitamos poner orden urgentemente. Porque saber lo que nos pasa es lo primero que debe suceder si queremos resolverlo.
El gran problema con el estrés es que no se conforma con traer desbordamiento, sino que suele complicarse con el tiempo en el plano, no solo físico, sino también emocional. Mucha gente lo desconoce, pero la ansiedad es una de las manifestaciones más frecuentes del estrés, y esto implica multiplicar la sensación de desbordamiento y con el tiempo, incluso, la posibilidad de un cuadro depresivo.
Así que, nunca es tarde para empezar a llamar a las cosas de forma sencilla para poder llegar a usar las palabras de peso con propiedad. Si estás desbordado, ya estás estresado. Y conocerlo es el comienzo para empezar a bajar el ritmo. Tu cuerpo lo necesita, tu mente lo necesita.
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